Hace unos años abrí los ojos después de leer el artículo Nosotros mismos de Juan Manuel de Prada. En él, trataba uno de los aspectos que más me fascinan de las relaciones humanas el Efecto Pigmalión.
Me atrae con voracidad esa mirada que los demás interpretan en ti, en tus gestos, en tus palabras. Como van deformando tu esencia y conformándola a sus patrones, a sus ideas preconcebidas, a sus prejuicios. Yo tampoco escapo de esa mirada automática, de esa categorización o juicio casi inconsciente conformado por mi historia, mis experiencias y el azar de lo que me ha rodeado desde el nacimiento.
Un resultado muy curioso de este efecto es la profecía autocumplida: ¿Cuántos «ya lo sabía», «¿ves cómo tenía razón?» o «te lo dije» habremos escuchado a lo largo de nuestra vida? Y, en consecuencia, vamos interpretando y acomodando nuestra realidad a esas sentencias.
Pero sobre todo, mis reflexiones giran en torna a preguntas como: ¿Somos libres?, ¿qué parte es original de uno y qué parte es influencia de otros?, ¿me comporto o actúo según mis criterios o por los de los demás? Y esa mirada, ¿cuál es su grado de objetividad?, ¿vivo en el autoengaño complaciente?, ¿hasta dónde la puedo controlar?
Es un bucle constante de miradas veladas.
A un nivel más práctico, ser conscientes de estos mecanismos nos hace ser más críticos con nuestra realidad y dudar de ella, nos libera de intentar acomodarnos a los demás con respecto a sus expectativas, de intentar pensar que los demás son tal y como nos los imaginamos y de generar expectativas ilusorias en nuestras relaciones.
En este sentido, puede ser muy útil para profesionales de los RRHH, maestros y padres. Tened presente que podéis influir positiva o negativamente en los demás, ayudar a motivarlos o generarles dudas y miedos influyendo en su autoestima.
En el mundo de las relaciones profesionales y el empleo, influye en el rendimiento laboral, en la forma de afrontar una entrevista de trabajo, en cómo vemos a los candidatos en un proceso selectivo, en cómo se relacionan los equipos de trabajo,…
En el mundo familiar y social, podemos encorsetar a los niños en categorías que interiorizarán en el futuro, podemos privarlos de experiencias que se consideran «no aptas» para sus habilidades (ej.: no es bueno para los deportes), podemos etiquetar a los que nos rodean impidiendo que los conozcamos realmente (personalmente, me encantan las sorpresas de descubrir talentos ocultos en mis amigos y familiares).
Lo mismo para el mundo educativo, donde las relaciones alumno/maestro pueden perder riqueza debido a etiquetas, perdiéndose el verdadero potencial de cada niño.
Observa, conoce y detecta cuáles son esas creencias que genera el Efecto Pigmalión para tener más libertad a la hora de escoger.
Quiero terminar con una de las frases del artículo que más me ha gustado
«Solo Quien ve en lo oculto sabe quiénes somos verdaderamente.»
Juan Manuel de Prada, «Nosotros mismos», XL Semanal el 3 de agosto de 2014
Si quieres puedes contarnos tus experiencias con el Efecto Pigmalión y la Profecía autocumplida, ¿te atreves?