Es un término que me llama mucho la atención: acortar la vida de un producto intencionadamente para que el consumidor adquiera uno nuevo.
Implica que cuando compramos algo, asumimos que su duración no va a depender de nuestros cuidados o de un accidente fortuito (aspectos que siguen influyendo en su durabilidad) y que tarde o temprano tendremos que adquirir uno nuevo y mejor.
¿Ocurre lo mismo con las relaciones? ¿Los trabajos? ¿Estamos iniciando una época en la que comenzamos algo sabiendo que no va a durar, que no depende de nosotros su durabilidad?
Pared de Corcho 
Yo más bien diría que, en muchos casos, la mentalidad con la que se inicia una relación hoy en día es la de «usar y tirar» más que la de la obsolescencia programada. Esa concepción de hoy en día de que no debemos sacrificarnos por nada ni por nadie; de modo que, cuando la ilusión y el enamoramiento inicial da paso al día a día, donde hay que construír y ceder espacio persona,l para crear uno común con la persona a la que has elegido, entonces nos echamos atrás y decimos que la relación no funciona.
Por supuesto, esto no es así en todos los casos ni mucho menos, pero hablando de mentalidades comunes a una época es la impresión que tengo. Cuando llega ese momento, se deja la relación actual y se busca una nueva.
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Muy cierto, en esta cultura del consumismo rápido y en la que todo es obsoleto en tiempo récord, no estamos dispuestos a aportar más de lo que nuestro débil criterio pueda soportar.
En esta reflexión quería ir un poco más allá, planteando la posibilidad de aceptar precisamente ese juego, ese inicio con fin programado, con desidia, el cumplir por cumplir; de ahí que lo lleve a planos más personales y sociales como las relaciones (pareja, amistades,…), el trabajo, los grupos, las asociaciones, las empresas,…
Justo escribiendo esto me viene a la mente la palabra «compromiso».
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